martes, 26 de abril de 2011

Hilos invisibles

«Pero hay otra razón más poderosa para mi insatisfacción. Lo atractivo y flexible de los planteamientos antes expuestos invita a los autores a lanzarse a su exploración, a jugar con ellos. Y en esa exploración demasiadas veces suele sacrificarse el vínculo del posmodernismo con la tradición. Los autores parecen más cómodos en el extremo del puente que está cercano al futuro; hasta el punto de no ver, e incluso negar, el que parte del pasado. El resultado son construcciones experimentales, ejercicios de estilo que parecen flotar en el aire. Son el equivalente literario al niño que ha aprendido a andar en bicicleta sin manos y llama a su padre para que éste vea lo que sabe hacer. Es por esta razón por la que La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon, por ejemplo, me parece una obra menos lograda (y mucho menos digerible) que Contraluz, del mismo autor.
Y sin embargo, y de aquí mis problemas con el posmodernismo, creo que obras tan duras de roer como Ágape se paga, de William Gaddis, o La subasta del lote 49 son muy necesarias. »

Mis problemas con el posmodernismo, Jon Bilbao, El País, 23/04/2011


«Aparcó el Impala en una gasolinera que había en una prolongación anodina de la Avenida de Telégrafos y buscó la dirección de John Nefastis en la guía telefónica. Llegó a una vivienda pseudomexicana, buscó el nombre entre los buzones de los vecinos norteamericanos, subió los peldaños exteriores y anduvo junto a una serie de ventanas con cortinas hasta que dio con la puerta. El inquilino llevaba el pelo cortado a cepillo y tenía la misma cara de adolescente que Koteks, aunque vestía una camisa con motivos polinesios, de la época del presidente Traman. Al presentarse invocó el nombre de Stanley Koteks.
—Según él, usted podría decirme si yo soy «sensible» o no.
Nefastis había estado viendo en la tele a una panda de críos bailando el watusi

La subasta del lote 49. Thomas Pynchon. 1966

En el cartel de los actos de la Noche de los libros en La independiente (a la derecha) puede verse que haremos una lectura pública de El día del Watusi, de Casavella, que comienza con la recreación del 15 de agosto de 1971 en Barcelona y en el que tanta importancia tiene ese baile.
De 2011 a 1966 y de ahí a 1971. De Madrid a San Francisco y de ahí a Barcelona.

En el universo literario el tiempo y el espacio no existen.

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