lunes, 6 de junio de 2011

Pron

Durante la Feria, estoy teniendo la impresión de que la costra que cubre la realidad se hace más espesa, la maraña de informaciones, de intereses cruzados, de opiniones, de reseñas, de críticas, de anuncios, de eslóganes, de tuits, de frases ingeniosas en Facebook, de eventos, de presentaciones, de personas afanándose arriba y abajo intentando colocar su producto, sea este el que sea, de frenética de actividad retransmitida una y otra vez, retuiteada una y otra vez, una ingente lluvia de palabras que chorrea incansable sobre las cosas y que tal vez muestra cosas que no desearíamos saber, odios que preferiríamos ignorar.

Y pienso que resulta más urgente que nunca encontrar un hueco al que no puedan llegar, una burbuja que nos preserve, que nos mantenga cuerdos pero, sobre todo, tranquilos. Y me siento en mi butaca, miro las gotas caer desganadamente tras el escaparete, me fijo en los adoquines brillantes, y leo. Cosas como El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia de Patricio Pron.

Cuando la acabo confirmo a) que Juan Malherido acierta al decir que solo alguien que no se quedara acongojado al terminarla estaría en posición de juzgar su calidad, b) que también atina en que cuando la novela que se juzga es verdad, (a pesar de que Pron diga en el epílogo, citando a Muñoz Molina, “una gota de ficción tiñe todo de ficción”) estamos hablando de otra cosa y c) que dentro de un buen libro nunca llueve, ni siquiera palabras inútiles.

Eso sí, no tengo ni la más remota idea de cuál será el futuro del libro.

1 comentario:

  1. Pues con este texto le ha pintado usted un poco más optimista, ese futuro.

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